Fujimori y los jóvenes
El enfoque generacional siempre estuvo ausente en el gobierno del Chino. Mas bien si eras joven y universitario podías ser fácilmente calificado como revoltoso, como mínimo, o como terruco en el peor de los casos.
A los cuarentones y cincuentones de hoy nos tocó ser estudiantes universitarios en pleno fujimorismo (el de Alberto). En ese entonces, aún no proliferaban las universidades-negocio, así que había suficiente espacio y estímulos para la reflexión y la acción política universitaria, aunque en su mayoría sin afiliación partidaria, lo que ya era una primera victoria para el Chino que denostaba de la “partidocracia”.
Desde 1997 para adelante los jóvenes universitarios fueron el germen de lo que luego se vino a llamar el antifujimorismo, con versiones en red como Egresados por la Democracia, las que luego evolucionarían al movimiento NAK (No a Keiko), los colectivos por la memoria, y otros que persisten hasta hoy.
En aquellos años había un supuesto sentido común: los jóvenes de los 90s, post caída del muro de Berlín y en pleno apogeo del Concenso de Washington, eran apáticos e individualistas. Pero ante su capacidad de movilización, particularmente de los universitarios, la revista Caretas en una famosa portada, se preguntaba: Rebelión estudiantil ¿Generación X dijeron?
¿Pero cuál fue el discurso o las acciones que implementó el fujimorismo para ganarse a este sector de la población que, en principio, parecía rechazarlo?
El enfoque generacional siempre estuvo ausente en el gobierno del Chino. Mas bien si eras joven y universitario podías ser fácilmente calificado como revoltoso, como mínimo, o como terruco en el peor de los casos, con consecuencias graves para tu vida como se vio en el caso de los estudiantes de La Cantuta y de tantos otros desaparecidos.
Con el retorno a la democracia a partir del 2001, el gobierno de Toledo se propuso darle mayor visibilidad a esta generación y estableció todo un sistema de funcionariado público y de sociedad civil a través del Consejo Nacional de la Juventud (CONAJU); así como un proceso participativo y descentralizado para la elaboración de un Plan Nacional de la Juventud. Dicho documento delineaba la acción estratégica del Estado hacia la juventud, con el fin de que nuestro país aproveche el denominado Bono Demográfico.
Dos décadas después la institucionalidad y las políticas públicas en materia de juventud han perdido relevancia. Se cuenta con una Política Nacional (desde el 2019) pero no con un plan para implementarlo, tarea que además está en manos de una secretaria con muy poco nivel de influencia, a la sombra del muy complejo Ministerio de Educación.
En cuanto a servicios públicos orientados a jóvenes, si bien la política de becas para jóvenes talentosos menos favorecidos sigue adelante (legado de Ollanta y su Beca 18), el peor golpe que ha sufrido la nueva generación de jóvenes es la contra reforma universitaria y el debilitamiento de SUNEDU, en alianza con el fujimorismo, aunque no sean los únicos responsables. De hecho, la mayoría de los actuales jóvenes universitarios observan impávidos cómo se pone en riesgo el futuro de sus carreras profesionales.
En una reciente reunión tuve la oportunidad de reencontrarme con mis amigos de lo que fue la Red Nacional de Actores Políticos Jóvenes (RENAPJ), desde donde se impulsó una serie de reformas en el sistema electoral, como la democracia interna y la cuota joven. Por cierto, uno de los hoy famosos “niños” fue parte de dicha Red y, desafortunadamente, fue el que más “éxito electoral” tuvo.
Lo interesante de ese proceso fue que generó un espacio donde jóvenes cuadros de diferentes partidos, de izquierda a derecha, podían dialogar e impulsar temas en conjunto. Hasta tuvimos nuestra “cuota fujimorista”. Se llamaba Hernán y defendía con pasión el legado del Chino. Hoy podría haber sido uno de los impulsores de la denominada escuela naranja. No sabemos qué fue de él.
Los tiempos han cambiado. Podríamos estar ante un retorno sin renovación del fujimorismo y no se avizoran espacios de diálogo como los de la Red, ni una generación contestaria que le haga frente a futuros extremismos autoritarios. ¿Solo nos quedará el recuerdo ahora lejano de la Generación del Bicentenario?