El Perú frente a Venezuela: entre el show y la ingenuidad
Los sectores más sensatos de izquierda y derecha tienen que ponerse de lado de la democracia, y hacer que la ciudadanía vea lo que le puede pasar a un país cuando no cuida sus instituciones.
Las elecciones en Venezuela han encendido un nuevo capítulo de la confrontación derecha - izquierda (no hay mejor forma de definirla), la cual se hizo casi explícita el 2021, alimentada en buena parte por la dicotomía fujimorismo - anti fujimorismo, y que promete seguir vigente hasta un nuevo proceso electoral en el Perú, ya sea el 2026 o antes (quien sabe).
Cada fuerza ha tratado de llevar agua para su molino. Por un lado la derecha se solaza agitando el cuco de la perfecta dictadura comunista (como aulla Milei desde el Twiter) y monta numeritos estridentes para la tribuna, como el del canciller Gonzales Olaechea en la asamblea general de la OEA.¿Alguien puede creerle a un personaje que apoyó el cuento del fraude contra Keiko y que cuestiona el Sistema Interamericano de Derechos Humanos?
La estrategia de propaganda política liderando la oposición regional contra Maduro, que ha adoptado el gobierno de Dina, no es nueva. Ya lo intentó un presidente de derecha como PPK quien, a la primera que pudo, invitó públicamente a los venezolanos que huían de la debacle chavista a venir al Perú e impulsó el llamado “Grupo de Lima” creyendo que con eso debilitaba a la dictadura. Al final, no logró forzar la salida de Maduro, y sólo profundizó el drama de la migración venezolana en nuestro país.
De otro lado, un sector de la izquierda tampoco se queda atrás en su despropósito frente al drama venezolano. No hablemos ya de la izquierda radical de Bermejo y de Portalatino que han jugado el triste rol de supuestos observadores internacionales en las fraudulentas elecciones del 28 de julio. Pero no podemos dejar de decir que la posición expresada por Nuevo Perú en un único comunicado linda con la ceguera ideológica. En su afán de no darle la razón a la derecha diciendo con todas sus letras que lo que se vivió en Venezuela es un fraude, termina tapándose los ojos frente a ello y frente a la represión que ya lleva 11 muertos por protestas en ese país. ¿Acaso no es lo mismo que, con justa razón, se le reclama al gobierno asesino de Dina Boluarte, mucho más desde la izquierda que desde otras fuerzas políticas?. Ya el Centro Carter (único observador serio de estas elecciones, como la propia Verónika Mendoza menciona en un post) ha dicho que este proceso no ha sido democrático. Esperemos que Nuevo Perú no demore mucho en actualizar su tardío pronunciamiento.
En lo que compete a nuestro país es importante sacar algunas lecciones. Las famosas actas que se le viene exigiendo a Maduro para acreditar su triunfo no van aparecer, y si lo hacen, serán con los resultados que el régimen espera que veamos y aceptemos. Y eso lo podría haber sabido la oposición venezolana. Sabían perfectamente quién era el jefe del órgano electoral, sabían que no habrían observadores internacionales y que tampoco tendrían las facilidades para hacer vigilancia en los centros de votación. Entonces ¿cómo aceptar ir a un proceso electoral tan amañado? Tal vez no hayan tenido otra opción, tal vez confiaban que con sólo la fuerza de los votos se acabaría con casi 25 años de dictadura.
En el Perú no podemos caer en esa misma ingenuidad. La señora que ejerce la presidencia ya anunció que en abril estará convocando a elecciones generales. Y tal como se viene advirtiendo, este Congreso, con anuencia del Ejecutivo, viene preparando el terreno para tener autoridades electorales a la medida. El control que el pacto de gobierno quiere tener sobre el Jurado Nacional de Elecciones y sobre todo el sistema electoral se está cocinando a fuego no tan lento, mientras nos distraemos con lo que pasa en otras latitudes.
Los sectores más sensatos de izquierda y derecha tienen que ponerse de lado de la democracia, y hacer que la ciudadanía vea lo que le puede pasar a un país cuando no cuida sus instituciones.
Siempre se dijo que Hugo Chavez aprendió de Fujimori a cooptar instituciones e instaurar un régimen cívico-militar. No permitamos que ahora seamos nosotros los que suframos los mismos abusos que en la Venezuela de Maduro.