#ElPerúQueQueremos

Gerontologizar el Estado, un desafío para el Bicentenario peruano

Gerontologizar el Estado trae consigo un proceso de cambio de paradigma de la vejez y el envejecimiento.

Haydee Chamorro García

Publicado: 2021-09-01

A inicios de agosto leí un artículo titulado “Interculturalizar el Estado” , que presenta un breve análisis acerca del mensaje que dio el actual presidente de la República, Sr. Pedro Castillo Terrones, el 28 de julio en relación a la importancia —y urgencia— del reconocimiento de la diversidad cultural en la formulación de políticas públicas en el país para que ya no más peruanas y peruanos de sectores rurales continúen siendo invisibilizadas/os.

Siendo el Perú un país caracterizado por su amplia diversidad cultural, el enfoque intercultural es de suma relevancia porque permite ver, hacer visible, respetar y valorar a las diversas culturas que están presentes y relacionándose continuamente en los distintos territorios que son parte del país. Por ende, me hace mucho sentido cuando la autora de dicho artículo convoca a interculturalizar el Estado, es decir, transversalizar de raíz el enfoque intercultural y que para lograr ello, sea necesario una serie de acciones técnicas basadas en rigurosidad y firmes voluntades políticas.

Tras haber leído el artículo en mención, comencé a pensar desde mi trinchera, el campo del envejecimiento y la vejez, acerca de la importancia que también tiene —o debería tener— en este contexto el llamado a transversalizar en el Perú el enfoque gerontológico y con él también, el de curso de vida; es decir, gerontologizar el Estado. Considero que este llamado es algo que, lejos de ser ajeno a cada una/o de nosotras/os, nos debería interpelar y convocar a pensarnos en una sociedad que sea para todas las edades; a fin de que si aún no somos viejas/as, comencemos pensarnos en nuestra vejez futura y en las vejeces presentes, y si lo somos, reconocernos como ciudadanas y ciudadanos con derechos. En el Perú, hoy las personas de 60 años a más de edad representan el 13% de la población total, equivalente a más de 4 millones de personas.

De acuerdo a la evidencia científica y cotidiana, sostengo que no hay persona que no se relacione o tenga un vínculo con una persona adulta mayor, sea en su familia, en su barrio, en su comunidad, en su trabajo, en su ámbito académico, en su activismo social y político, etc. Las vejeces (vejez plural y diversa) están presentes y conforme pasa el tiempo, se incrementarán en el Perú y en todo el mundo a razón del envejecimiento demográfico. Como expresa Kaplan (1) , veneradas o despreciadas, amadas u odiadas, poderosas o miserables, las personas envejecidas han estado siempre presentes, tanto física como socialmente en las distintas civilizaciones. En todas las épocas y culturas, la cuestión del envejecer ha provocado la reflexión de algunas personas, la indiferencia de muchas, el rechazo de otras.

Situándonos en esa reflexión y el incremento de la longevidad humana, podemos preguntarnos respecto de las vejeces y su porvenir ¿Cómo vivirán/viviremos?, ¿Podrán/podremos vivir con dignidad y libertad su/nuestra vejez? Hoy aún muchas personas adultas mayores afirman encontrarse en situaciones de discriminación y exclusión social. Hoy muchas de ellas no viven plena y libremente su vejez por la presencia del viejismo que es la discriminación por edad en la vejez y que al igual que el sexismo, el racismo, u otros tipos de discriminación, se manifiesta a través de estereotipos (formas de pensar y caracterizar), prejuicios (formas de sentir), así como actitudes y comportamientos discriminatorios, en este caso, por el hecho de ser una persona adulta mayor o, como afirma Salvarezza (2), ser un viejo, una vieja.

“Es como que no quisieran vernos, y si nos ven lo hacen con pena, como si no supiéramos, como si no entendiéramos, como si no pudiéramos decir lo que pensamos y queremos, incluso como si no sintiéramos (…) nos ven como los que ya caducamos y que ya fuimos” son palabras y sentires de personas adultas mayores con las que he trabajado y también de varias/os compañeras y compañeros de espacios de lucha e incidencia política con las que comparto diversos procesos. Palabras y sentires que siempre tengo presentes, acompañados de la reflexión que hace Rita Segato en La Nación y sus Otros (2007) cuando menciona que en el mundo existe un “uno hegemónico” que es hombre, joven o adulto, blanco, fuerte, heterosexual, urbano, “productivo” para la sociedad, con un cuerpo “funcional”, etc., quedando fuera, en términos etarios, las/os quienes aún no son (las/os niñas/os) y quienes ya no son (las/os viejas/os).

Diversos profesionales del campo gerontológico, como Marcelo Piña (3), señalan que a razón de los procesos de envejecimiento poblacional y con ellos, el incremento de la proporción de población adulta mayor en todo el mundo, hablar de la gerontologización de la sociedad y de las profesiones es de suma relevancia.

En el Perú del Bicentenario, con 4 millones 140 mil personas adultas mayores y un permanente incremento de su proporción en la pirámide poblacional, transversalizar el enfoque gerontológico nos permitirá reconocernos en nuestro proceso de envejecimiento —que inicia desde que nacemos— y nuestra vejez, asumiéndola como un momento de la vida vivida de manera diferente por cada ser humano y que, esta diferencia equivalga una riqueza en diversidad y no a situaciones de desigualdad. Asimismo, el enfoque de curso de vida —y su transversalización— contribuye sustancialmente al llamado a gerontologizar el Estado, porque nos permite ver nuestra como un continuo integrado y no por etapas por separado, pensando la vejez como un momento del curso de la vida que, como en otros momentos, puede traer pérdidas y también ganancias, y que es el resultado de los procesos, tránsitos y acontecimientos de impacto que hemos tenido a lo largo de nuestra vida, sin dejar de significar un momento en el que se continúa teniendo experiencias vitales significativas.

Gerontologizar el Estado trae consigo un proceso de cambio de paradigma de la vejez y el envejecimiento. Ver, hacer visible, respetar y valorar las vejeces y los procesos de envejecimiento que, es preciso recalcar, inician desde la infancia. La gerontologización de la sociedad conlleva una decisión política determinante para asumir con rigurosidad nuestro proceso de envejecimiento poblacional a través de las políticas públicas y con ellas, de los programas y servicios que se proponen, diseñan y desarrollan en el país; garantizando capacidad técnica y presupuestal que, a su vez amerita que la gestión pública cuente con profesionales de distintas disciplinas especializados en el campo de la gerontología a fin de que, desde su posición garanticen una gestión con servicios que den respuesta efectiva a la atención y promoción social de las personas adultas mayores en su amplia diversidad, y no reproduzcan narrativas y prácticas viejistas, sobre todo aquellas paternalistas e infantilistas que aún siguen siendo muy arraigadas en el imaginario colectivo y presentes en espacios institucionales.

Actualmente, el Perú cuenta con la Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores así como con una nueva política aprobada en junio del presente año, la Política Nacional Multisectorial para las Personas Adultas Mayores al 2030. Ambos documentos normativos son de mucha relevancia para la garantía del reconocimiento jurídico y social de derechos de las personas adultas mayores porque en el caso del primero, es un instrumento internacional jurídicamente vinculante que presenta enfoques, conceptos y derechos que abren camino a un cambio de paradigma de la vejez en los Estados parte que se suscriben o adhieren a ella como en el caso del Perú; y, en relación al segundo, siendo una política pública de carácter multisectorial permite que los distintos sectores que forman parte del poder Ejecutivo asuman responsabilidad en el proceso de su implementación a través de programas y servicios de acuerdo a sus competencias y en coordinación permanente para contribuir al logro de cada uno de los cinco objetivos priorizados que presenta (4)  y así, lograr una sociedad peruana en que envejecer y vivir la vejez con dignidad comience a ser una costumbre para todas y todos.

Para concluir esta reflexión e invitación a deconstruir viejismos y construir sociedades con vejeces dignas en este Bicentenario peruano, propongo que el Estado, es decir, todos los niveles de gobierno de turno, la ciudadanía en su amplia diversidad, la Academia, el Sector Privado, con suma determinación decida —si aún no lo ha hecho— conocer, aprender y enseñar respecto de la vejez y el envejecimiento en clave de derechos humanos, vasta rigurosidad y una actitud ético-política de apertura a la deconstrucción de paradigmas; a fin de que, a través de procesos participativos en espacios consultivos y resolutivos se planifique, tome decisiones y evalúe la implementación de programas y servicios dirigidos a la población adulta mayor, siempre con actitud crítica y autocrítica para una mejora continua plenamente conscientes de la complejidad social y en ella, la cuestión social formada por el conjunto de desigualdades estructurales. Que gerontologizar el Estado sea un desafío, esperanza y compromiso asumido por todas y todos, contando siempre con la voz sentipensante de las y los protagonistas: las personas adultas mayores.

Notas:

(1) Kaplan, R. (2001). “Más viejos que nunca”. ¿Nuevas lecturas para viejas historias? Revista Encrucijadas N°3 – UBA. Citado en Ludi, M. (Coord.). (2018). Familia y Vejez. Configuraciones familiares y procesos de envejecimiento en el actual contexto. Espacio Editorial. Facultad de Trabajo Social - Universidad Nacional de Entre Ríos.

(2) Leopoldo Salvarezza, médico psicoanalista y psiquiatra, especialista en psicogerontología, cuestiona los eufemismos que se utilizan para evitar la palabra “viejo”, considerando que “si la niñez produce niños; la adolescencia, adolescentes; la adultez, adultos, ¿por qué la vejez tiene que producir tercera edad o adultos mayores?”. Disponible en: https://gerontologia.maimonides.edu/2011/02/la-gente-le-teme-a-la-palabra-vejez/ 

(3) Marcelo Piña Morán, en sus diversas publicaciones como “Gerontología Social aplicada. Visiones estratégicas para el Trabajo Social” (2004) y disertaciones académicas en el campo gerontológico.

(4) La PNMPAM tiene cinco objetivos priorizados: Garantizar el derecho al cuidado y buen trato para una convivencia sin discriminación de las personas adultas mayores; Promover el envejecimiento saludable en las personas adultas mayores; Garantizar el acceso, permanencia, culminación y calidad de la educación de las personas adultas mayores en todos los niveles y modalidades educativas; y, Fortalecer la participación social, productiva y política de las personas adultas mayores (pp. 120-121).


Escrito por

República de Ciudadanos

Somos un grupo de ciudadanos y ciudadanas que apostamos por una verdadera República de Ciudadanos (as)


Publicado en

REPÚBLICA DE CIUDADANOS

Aquí encontrarás artículos y reflexiones sobre el quehacer nacional y mundial