Ricardo Cuenca ha sido designado como ministro de Educación tras una profunda crisis política que ha cobrado la vida de dos jóvenes estudiantes. Si bien el gobierno de Francisco Sagasti es de un periodo de transición, es decir de corta duración; sin embargo, la educación de cara al Bicentenario presenta grandes retos sin precedentes y son totalmente impostergables.

Este año la situación ha sido crítica para millones de estudiantes de Educación Básica. La estrategia Aprendo en casa, si bien ha sido una alternativa viable para brindar la continuidad del servicio educativos frente a la propagación del COVID-19; sin embargo, miles de estudiantes han tenido serias dificultades para acceder a este servicio sobre todo por falta de conectividad del internet y dispositivos electrónicos. El rezago más pronunciado ha sido en el ámbito rural donde muchos estudiantes se han visto obligados a abandonar la educación a distancia. La pandemia no solamente ha mostrado la precariedad del sistema educativo en los diferentes aspectos; ha consumado grietas profundas afectando a miles de estudiantes pobres y estudiantes con necesidades asociadas a la discapacidad. En consecuencia, hoy más que nunca se necesita encarar con firmeza y dar una respuesta con urgencia.  

El Presidente de la República ha dicho en su mensaje: “sin ciencia y tecnología no hay futuro”. Es decir, apuesta por la innovación educativa. Como una medida urgente ha planteado “el proceso de adquisición, distribución y uso de equipos informáticos para la educación, y expandir al máximo posible la cobertura de Internet, sobre todo y en particular en las zonas rurales”. De concretarse oportunamente este discurso que suena muy interesante, no solamente se estaría garantizando el reinicio de clases en la modalidad que se apruebe, ya sea semipresencial o a distancia, según la evaluación del contexto; sino estaríamos camino a la transformación de la educación. Para ello se requiere garantizar la condiciones básicas y pedagógicas: infraestructura, mobiliarios, recursos tecnológicos, plataformas virtuales, dispositivos electrónicos, formación de docente en servicio, etc., aspectos en las que las brechas se han abierto sin precedente en esta pandemia.

Coincidimos totalmente con el actual Ministro de Educación cuando dice “Sin educación no hay desarrollo ni democracia posible”. Este discurso tiene una mirada social, sin embargo, esto será posible si somos conscientes realmente de que la educación es el principal eje del desarrollo de un país y las políticas públicas apunten a lograr esa perspectiva. Por lo pronto hay tareas urgentes, prioridades, compromisos que no deben postergarse ni deben quedar en meros discursos. Son tiempos de cristalizar los sueños que no pudo concretar el ex ministro de Educación Martín Benavides con la adquisición de tabletas. Los estudiantes necesitan ser atendidos, las escuelas necesitar ser implementadas. El gobierno es de transición, pero la educación amerita una respuesta urgente y corresponde asumir con liderazgo: autoridades educativas de todas las Instancias de Gestión Educativa Descentralizada, Gobiernos Regionales, Gobiernos Locales, Sociedad civil organizada. Son tiempos de pisar el acelerador en forma conjunta. Unidos seremos más fuerte.