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Comunicar mejor para salvar vidas

Frente a la agudización de la emergencia, la comunicación tiene que ser realmente efectiva porque además, ante el vacío comunicacional que han dejado las autoridades , la propia ciudadanía empieza a generar y compartir mensajes peligrosos como el uso medicinal del dióxido de cloro (alias la lejía milagrosa)

Marco Aurelio Lozano

Publicado: 2020-08-18

Busque cualquier entrevista, a cualquier autoridad política que haya sido duramente cuestionada durante su gestión, y en algún momento escuchará la típica justificación: “No hemos sabido comunicar bien lo que hacemos”. Una buena forma de evadir responsabilidades que desafortunadamente banaliza un problema real: nuestro Estado muchas veces no ha sabido comunicar, o mas precisamente, no ha sabido comunicarse con sus ciudadanos y ciudadanas. 

Uno de los primeros aciertos del gobierno al comienzo de la pandemia, ahora vistos tan lejanos cuando éramos tempranamente admirados por el mundo, fue que el Presidente Vizcarra se comunicaba todos los días, a la hora del almuerzo, con las familias peruanas que aguardaban confinados en sus casas las palabras e instrucciones del líder mayor. Además, lo hacia acompañado de su gabinete, respetando la distancia social, a veces premunido de mascarilla, vestido de camisa blanca y jean, pero al mismo tiempo rodeado de la majestuosidad de Palacio de Gobierno.

Cada cierto tiempo, el mensaje presidencial nos sorprendía con detalles que parecían casuales y que por ello eran celebrados en algunas redes sociales. El uso de papel reciclado para sus apuntes o de un lapicero de cincuenta céntimos para firmar la convocatoria a elecciones generales, o cuando Vizcarra tuvo que explicar que pasaría con las personas trans durante la cuarentena por género que duró apenas unos días. Lo cierto, es que pasadas varias semanas el formato se fue agotando, los mensajes empezaron a ser confusos, con alocuciones innecesariamente largas y sin un hilo conductor o ideas fuerza que posicionar y, persistiendo en el error de no aceptar preguntas directas de la prensa. Ello evidenció que no había un plan detrás, sino solo la confianza en la inspiración diaria del gran comunicador palaciego.

Hoy que algunos congresistas han tomado la iniciativa de solicitar al premier Martos una mesa técnica de trabajo para reforzar la estrategia comunicacional del Gobierno, lo primero que habría que preguntar es si realmente hay una estrategia propiamente dicha o, como se sugiere en el oficio remitido a PCM, cada ministerio va por la libre, implementando sus micro campañas para sus temas sectoriales, mientras que a nadie se le ocurre medir si cada uno de estos mensajes están llegando apropiadamente a los ciudadanos.

Frente a la agudización de la emergencia, la comunicación tiene que ser realmente efectiva porque además, ante el vacío comunicacional que han dejado las autoridades , la propia ciudadanía empieza a generar y compartir mensajes peligrosos como el uso medicinal del dióxido de cloro (alias la lejía milagrosa) o la simple desidia de seguir reuniéndose físicamente como si no pasara nada, porque confío en que “el otro se cuida”.

Para que cada ciudadano sienta que su gobierno le habla directamente en esta pandemia, es necesario segregar públicos y tener una propuesta comunicacional distinta para cada grupo generacional, para cada territorio y para cada una de las situaciones que puedan estar pasando las familias durante la emergencia sanitaria. En ese sentido, resulta lamentable que, a pesar de lo sugerido por especialistas como León Trahtembergh, el presidente nunca le habló directamente a los niños y niñas, y solo se les ha visto como vulnerables e incluso como agentes de contaminación. Lo mismo podemos decir, de los cientos de familias que han perdido a sus seres queridos que, como Celia Capira, se quedaron persiguiendo a un Estado que no los vio y que los dejó atrás.

Mas allá de que estemos o no de acuerdo con las recientes medidas impuestas, y que seamos conscientes que es la propia inconsistencia del gobierno la que nos ha llevado a esta catástrofe, ya no queda margen para correr ningún riesgo por parte de los ciudadanos, ni cometer más errores por parte del gobierno. Se habla ahora de una pandemia conductual, ante lo cual es hora de menos protagonismos y más y mejor comunicación.


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