El diálogo en la gestión de conflictos en época de pandemia (1)
El Estado, es el que dialoga. Esto significa que todos los sectores, es decir la institucionalidad del Estado en su conjunto es el que debe imbuirse de esta premisa.
Es verdad, todo se ha trastocado y lo que vendrá luego de la cuarentena tendrá diversos visos que condicionarán nuestro actuar y el del propio Estado peruano en su relación con la sociedad. Una sociedad que ve crecer sus demandas frente a un escenario que nos ha desnudado como país, por lo que es claro que persistirán los conflictos, aun cuando en el corto plazo, estos no se traduzcan en protestas sociales, tal y como las conocemos o experimentado hasta hoy, al menos no en lo inmediato. Por ello, la gestión de los conflictos sociales en sus diversas fases, con sus curvas ascendentes o descendentes, serán todo un desafío.
Frente a este escenario es necesario preguntarnos, ¿cuál es el enfoque que hay detrás de la gestión de conflictos desde el Estado? La respuesta hasta antes del estado de emergencia ha sido aquella que centra al conflicto como condicionante a la actuación del Estado, lo que hace que éste tenga una respuesta reactiva al mismo, actuando básicamente como ente encargado de mitigar estos conflictos, más que ir a la causa de los mismos, expresándose en muchos casos de manera estacional, convirtiéndose en un círculo vicioso.
Al respecto, no es que se carezca de una estrategia que busque evitar esto, pero la respuesta reactiva ha venido ganando terreno como enfoque de trabajo en la gestión de conflictos dejando de lado la visión y finalidad del Estado.
Vale la pena preguntarnos, entonces ¿cuáles son las consideraciones que deben condicionar la respuesta del Estado frente a los conflictos? Desde una posición teleológica, es decir aquella que busca condicionar la respuesta a fines, el Estado no puede tener como fin central acabar con los conflictos o apagar los mismos, esto más bien debe ser consecuencia de algo mayor. Para ello proponemos cuatro tópicos a considerar:
1. La generación de confianza entre el Estado y la sociedad. La confianza es un elemento central para la construcción de civilidad y desarrollo. Creer en lo que se dice y lo que se hace, evitando la “mecida”, para pasar y solucionar el problema del momento. Entonces, se dialoga para generar confianza, se atiende el conflicto para interrelacionar a la sociedad y el Estado en salidas conjuntas. Eso debe ser el motivador y organizador de la estrategia Estatal para envolver al conflicto y gestionarlo en ese fin. Es cierto que no es una tarea fácil, ni que con ello los conflictos se acaban o que dejarán de existir, pero el sentido de la gestión tendría mejores resultados y un mejor aprovechamiento de la oportunidad.
2. El Estado, es el que dialoga. Esto significa que todos los sectores, es decir la institucionalidad del Estado en su conjunto es el que debe imbuirse de esta premisa y no quedar esto como una función exclusiva de un área u oficina, ni mucho menos a cargo de una sola persona o un grupo de “expertos”. Es cierto que hay profesionales y equipos en diversos sectores que han ganado determinadas experiencias y técnicas en el manejo de estrategias de dialogo y relacionamiento pero que deben servir para articular, facilitar y gestionar el proceso y salidas a los conflictos y el logro del fin del desarrollo, pero es toda la institucionalidad quien debe estar totalmente convencido de su función dialogante y actuar con este fin.
3. Fortalecer el diálogo institucional e intrainstitucional, es fundamental construir el diálogo hacia adentro del propio Estado, coordinando entre sí, y con los diversos sectores que lo integran para respuestas conjuntas o de soporte. Esto es un condicionante de lo anterior. Para que ello ocurra, debe haber un diálogo permanente entre las áreas y oficinas del órgano estatal, e intersectorial generando disponibilidad y sinergias constantes para gestionar y encontrar las salidas a los diversos problemas, rompiendo esa sensación de compartimentos estancos que suele haber en los organismos estatales. Esto se complementa con el trabajo intrínsecamente vinculado con los otros sectores del Estado con quienes se deben realizar las respuestas conjuntas.
4. Los actores del diálogo no son enemigos. Esto aunque es evidente, siempre es importante recalcarlo y tenerlo presente. Es cierto que detrás de algunos reclamos y demandas hay una variedad de motivaciones e intereses con los que se debe saber lidiar y a partir del reconocimiento de intereses encontrar las salidas correspondientes. Identificando aliados en las distintas organizaciones de la sociedad para la implementación de las políticas públicas. Es clave por tanto, saber que detrás de las demandas puede pueden expresarse reales pedidos y demandas justas que impiden la realización y ejercicio ciudadano.
Estas consideraciones se dan en contextos diversos donde el diálogo intercultural resulta clave para avanzar en una política que realmente gestione los conflictos para generar mejores condiciones de vida de los ciudadanas y ciudadanas.