– ¿Y cómo ven las elecciones aquí? ¿Qué candidato tiene apoyo? – le pregunto a uno de los equipos de soporte que trabajan en la sierra sur, en una conversación más distendida luego de la supervisión en un colegio rural.

– Nadie ha llegado todavía por aquí – me responde uno de los profesionales que reside en la región. A diferencia de los ciudadanos de Lima, en nuestras provincias esperan que el candidato victorioso llegue de fuera y que salte de la televisión (que se emite desde Lima) hasta su ciudad solamente en época electoral. Además, acaban de pasar un proceso de elecciones regionales y municipales, y las paredes de pueblos periurbanos aun lucen los estragos.

– No me doy tiempo para esa vaina – me comenta por Facebook un viejo amigo que ahora trabaja en la selva cuando le hago la misma pregunta –. Pero creo que es la “K”. La última encuesta GFK le da la razón a mi desencantado amigo: Keiko encabeza las preferencias electorales en regiones con 33% de intención de voto, 5 puntos más que en Lima. Pero además cuenta con una presencia importante en pintas y paneles en el interior, mayor que la de sus principales contendores, PPK y Alan García. Y esto recién comienza.

En la historia reciente de nuestra democracia ningún candidato presidencial exitoso ha surgido de una o de un conjunto de organizaciones políticas regionales. Tal vez un intento serio pudo venir del Partido por la Democracia Social – PDS, conformado por Susana Villarán y líderes de movimientos regionales. Muchos de ellos fueron posteriormente elegidos como presidentes regionales (Y Susana como alcaldesa de Lima) pero el proyecto nacional no prosperó. Somos Perú siempre se preció de ser un partido municipalista pero su candidato natural (Alberto Andrade) era, sin lugar a dudas, un limeño mazamorrero sin asidero en el interior.

Hoy en día los líderes de movimientos regionales se han resignado a ser socios minoritarios de proyectos políticos que se piensan y se gestan desde la capital. Aun así, ya no cabe hablar de la posibilidad de candidatos que provengan del “Perú Profundo”. Ciudades como Trujillo, Ica o Arequipa que crecen a tasas mayores que Lima, ya no son parte de “un rincón de la patria” sino polos de desarrollo económico que, como muchos sectores sociales emergentes, no cuentan con una representación política articulada y con ideas claras sobre el país y sus regiones.

En el menú electoral del 2016 se pensó que algo similar a una promesa provinciana podría ser Cesar Acuña, actual gobernador de La Libertad, empresario de la educación superior, surgido y afianzado en el otrora sólido norte aprista y con un discurso publicitario de trabajo y progreso. Se proclama de una “raza distinta” pero ha demostrado con elocuencia “universitaria” lo que significa la política como negocio y “plata como cancha”

Recientemente, en algunos círculos políticos, se ha voceado a Cesar Villanueva como otra carta regional que, a diferencia de su tocayo del norte, estaría tratando de armar una plataforma con diversos movimientos regionales y locales (por lo menos 45, según su propia versión). Es seguro que vaya al congreso y señala que agosto es un buen mes para tomar decisiones. Su breve paso por el premeriato, donde no tuvo la oportunidad de proponer siquiera a un ministro, le debe haber enseñado que en política no vale quedarse solo (basta verlo a Humala).

Si el líder de San Martín logra consolidar la plataforma regional que viene construyendo, podrá tentar una mejor alianza con alguna de las fórmulas presidenciales. Como ya dije antes, esto no basta para hablar de un pacto de gobierno desde y con las regiones. Pero este tendría que ser el primer paso para que los nuevos rostros de la política no solo sean jóvenes y mujeres, sino también de ciudadanos de los nuevos polos de desarrollo regional, que sean los voceros en aquellos temas que, al parecer, solo se deciden en Lima: cómo manejar los ingresos generados por las industrias extractivas, cómo ejecutar más y mejores obras de infraestructura y cómo diversificar la generación de riqueza, especialmente en aquellos departamentos que no han sido “bendecidos” por la minería. En suma, ser por fin el rostro político del factor regional.