#ElPerúQueQueremos

LOS CONTRIBUYENTES SON PUEBLO

Columna desde el llano

Por: Marco Aurelio Lozano Fernandez

Ciudadano Constructor

Publicado: 2015-05-05


En su recién estrenada web Rosa María Palacios narra sus penurias con la SUNAT, lo que desató una reacción de historias de cobranzas coactivas, cuentas embargadas e incluso quiebras de pequeñas y medianas empresas (El Útero recoge una muestra aquí). Mi padre quien se autodefinía como “pequeño industrial” venido de abajo, sufrió la maraña de impuestos de Alan I que sin embargo era más fácil de evadir (por ello el 4,5% de presión tributaria en el primer aprismo) que después de la reforma tributaria de Manuel Estela en los noventas. Desde entonces, la SUNAT ha ganado prestigio como una “isla de eficiencia” del Estado, aunque también fue la “maldita SUNAT” cuando fue utilizada por el fujimontesinismo para perseguir adversarios y proteger a sus compinches, vía el llamado RUC sensible.

Además de los que pagamos impuestos regularmente, la gente reconoce a la SUNAT porque cierra la bodega o la botica del barrio o por casos mediáticos como la administración del club Alianza Lima por deudas tributarias o su intervención a los restaurantes de Brad Pizza. Con la expansión del empleo formal asociado al crecimiento de los últimos años, son más los que ahora pagan impuestos. A diferencia de RMP y los que se identifican con su caso, sólo una vez he tenido que hacer un fraccionamiento y varios años seguidos he tramitado mi devolución de impuesto a la renta por ingresos de cuarta categoría (Recibo por Honorarios). Siempre me han ayudado con amabilidad, no he tenido que recurrir a un contador y cada año se simplifica la devolución de este pago.

Sin embargo, hoy creo que no cabe ser indulgentes con este cobro “preventivo” que significa menos dinero en nuestros bolsillos aunque después te lo devuelvan. Peor aun después de leer un informe publicado en El Comercio titulado Empresarios informales: Entre Héroes y Villanos, donde empresarios formales, con pagos de hasta 50 mil soles mensuales por IGV y residencia en barrios bien de Lima, se ven obligados a tener un pie en la informalidad. O tal vez un pie y medio. Reseño dos casos:

“Un día la SUNAT me empezó a fiscalizar por todo. Yo llevaba mis papeles, pero me buscaban la sinrazón permanentemente. Tanto iba a la SUNAT que me hice amigo de la señorita funcionaria. Yo le preguntaba por qué solo me buscaban a mí si todos mis vecinos estaban en la misma situación. Un día me respondió: No eres tú, es la meta. Esta unidad tiene que recaudar 10 millones de soles y tú ya estas detectado”.

Luego un testimonio más crudo, lindando con el cinismo:

“¿Y la fiscalización? A la SUNAT no le importa. Ellos se contentan con el ITF (Impuesto a las Transacciones Financieras) que cobran sin esfuerzo […] Tú ves que la SUNAT cierra tienditas en los barrios. ¿Sabes por qué? Porque sabe que ellos no tienen abogados ni quien los asesore contablemente”

Tal vez el tema tributario no alcance para ganar una elección pero de hecho habrá público (o un pueblo cada vez más indignado) interesado en escuchar voces distintas a la de Hernando De Soto o sobre cómo evitar la amenaza de una informalidad económica cada vez más cerca de la ilegalidad (lavado de activos, narcotráfico) o de un lumpen empresariado, como el de Lelio Balarezo. Si bien son pocos los políticos de izquierda y derecha que han pagado una planilla (ojalá fueran más, especialmente los dueños de MYPE como lo fue mi padre), se supone que todos han pagado impuestos. Las demandas sobre impuestos de la nueva clase media peruana podrían convertirse pronto en demandas políticas si es que, precisamente, un sector político las entiende y las representa. ¿Quién dice yo?


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