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¿Unidad para nada?

Columna DESDE EL LLANO Por: Marco Lozano Fernandez

Publicado: 2015-04-21


Cuando el presentador anunció que en unos cuantos minutos llegaría Salomón Lerner a la cita con el resto de representantes de los partidos y organizaciones progresistas y de izquierda, un dirigente de Lima Sur, sentado a mi costado, me preguntó: “Él es el de la Comisión de la Verdad, ¿no?”. Luego de la explicación respectiva, me alisté a escuchar los discursos que pasaron de rojo fuego por parte del representante del Partido Comunista (contra el neoliberalismo y el modelo explotador, obvio) al rojo bandera por el fortalecimiento de Petroperú y al rojo centro izquierda de Salomón Lerner Guittis (para no confundirnos) a favor de la inversión privada pero, ojo, respetando el medio ambiente y con empleo digno (para no confundirnos, otra vez). Luego vinieron las palabras de Yehude Simon quien hizo un largo repaso por lo mejor del panteón de izquierda: Barrantes… aplauso… Malpica… Aplauso… Moyano… aplauso… Diez Canseco… aplauso. Yehude no se puede quejar, algún aplauso le debe haber caído.

Pero este evento no fue el lanzamiento del nuevo frente de izquierda denominado Coalición Progresista Unión de Fuerzas de Izquierda (CPUFI), sino uno previo realizado en el local de los Religiosos de San Camilo, en la avenida Brasil, cuyo ambiente monacal contagió a una audiencia algo fría, sin arengas, ni banderas “El acuerdo fue que ningún grupo llevara portátil, ni emblemas”. Al parecer lo mismo se acordó en el lanzamiento del CPUFI el 9 de abril. Sí, la pobre criatura ha sido bautizada (espero que no de manera intencional) como CPUFI y más allá de reírnos bastante, la imagen que deja no es lo que varios habíamos esperado: rostros frescos, aires de renovación y un mensaje potente, salvo, tal vez, el “déjense de joder” de Susel Paredes que resonó más como un llamado de auxilio que como un grito de lucha.

Habiendo asistido ya a varios de estos eventos he llegado a la conclusión que estos actos que de boca para afuera se planifican para que sean de alto impacto mediático en verdad solo sirven para el consumo interno de los grupos que lo promueven. Al cuidar en extremo un protocolo donde todos destaquen por igual, sin atreverse a acordar siquiera una frase o un mensaje que quede en la mente (o por lo menos en la retina) de la gente, finalmente nadie brilla, nadie sale del lugar común izquierdista y nos queda una foto opaca con los rostros de siempre. Al final de la jornada, todos terminamos igual de amigos (o de amigos para la foto) y seguimos en conversaciones hasta la hora nona, cuando ya se tenga que acordar listas parlamentarias y a correr contra el tiempo.

Alguien dirá que esto no debe sorprender a nadie, así es y será siempre. Todo sea por la unidad. La pregunta sigue flotando en el aire ¿Vale la pena? Algunos notables piensan que no. Yo digo, así no. No podemos pretender una unidad en torno a la nada o a la consigna vacía para no polemizar con nuestros “compañeros y compañeras” o solo para enfrentar a la derecha.

Salvo mejor parecer, propongo unirnos en torno a una lucha concreta: la defensa de Lima frente al desastre que nos espera con un Castañeda que, desesperado porque Susana lo dejó sin la plata de los peajes que ha sido concesionada para grandes obras, pretende imponernos su esquema de fierro y cemento a la mala, by-paseando todos los controles del Ministerio de Economía, Cultura y Contraloría y peor aún a una ciudadanía más alerta que la de hace cuatro años.

En la última manifestación por los cien tristes días del alcalde amarillo, uno de los pocos discursos que primó en medio de la espontaneidad de la Plaza San Martín fue la de “no partidarizar” la protesta. En medio de pancartas que, para mi sorpresa, pedían “Un plan para Lima” o “Respeto a los ciclistas”, creo que es necesario atraer, con propuestas y mensajes claros, a este sector de ciudadanos, la mayoría jóvenes, que no quieren un presidente “tipo Castañeda-Keiko-Alan” pero tampoco un Arana, ni un Yehude, ni un Goyo Santos. Tal vez sea posible encontrarlo en una lucha política real, en las redes y en las calles, y no en la lucha de café y auditorios aburridos en pos de la anodina unidad.


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